“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

domingo, 27 de abril de 2008

Velas hacia el Olvido

Durante toda la noche la Luna estuvo acariciando suavemente los pequeños granos de arena que completaban esa playa, pero ya no era la única que los abrazaba. Unos pálidos pies acababan de saltar el muro que separaba la playa del paseo, y avanzaban descalzos por toda la arena sin tener ninguna prisa. Al poco rato se detuvieron para que su dueña pudiese posar su cuerpo tranquilamente no muy lejos de la orilla.

Levaba consigo una caja de cartón en la que no había demasiadas cosas, pero aún así parecía que le costaba cargar con ella, el pasado siempre pesa mucho. Una vez en el suelo sacó de ella de uno en uno todos los objetos que llevaba. Lo primero fue una pequeña pieza cuadrada de mimbre hecha por ella misma, con los bordes ligeramente levantados como si fuese un plato. Justo en el medio colocó una larga y delgada vela blanca, que consiguió dejar en equilibrio gracias a que la cera de ésta se había quedado ligeramente adherida al mimbre. Siguió buscando en aquella caja de cartón hasta que se topó con un libro por el que sobresalía una antigua foto que mostraba de frente a dos personas abrazadas que sonreían a la cámara. Durante unos momentos se quedó mirando esos ojos que le devolvían la mirada desde la imagen y recordó que hacía mucho que ya no la miraban acompañados de esa alegre sonrisa. Situó aquella foto cerca de la vela para que ésta pudiese sujetarla.

Volvió a fijarse en el libro del que había sacado la foto. Estaba en el suelo, abierto por la misma página que ella lo había dejado y con un poco de arena sobre ella, aunque también encontró dentro una pequeña margarita ya seca, que casi ni se acordaba que estuviese allí. Seguía teniendo el mismo tacto suave del día en que se la regaló. Fue el primer día que se habían conocido, él la había cogido para dársela junto con un una sonrisa radiante para hacerla sonreír a ella también, aunque nunca le confesó que había guardado aquella planta de la que ahora intentaba encontrar en vano el olor de su piel. También la colocó junto a la vela para que ésta la cuidase con su suavidad, aunque tuvo que esperar unos instantes a que le dejaran de temblar tanto las manos.

Miró sus temblorosas palmas y no pudo evitar fijarse en el único adorno que tenían sus dedos, un pequeño anillo de plata que, pese a tener ya unos años, aún conservaba su brillo. Se lo quitó para poder examinarlo mejor. En la parte interior se seguían viendo unas finas letras, al parecer el tiempo no había querido borrarlas. Las veces que había mirado esa inscripción siempre había sentido lo mismo, no entendía por qué se regalaban cosas así, no comprendía por qué se regalaban mentiras ni por qué todo el mundo se empeñaba en poner frases que sonasen bien, de esas que en dos días dejaban de ser verdad. Hacía tiempo que su mente cambió esas palabras y ahora sólo leía la realidad. “Cuando repares en esta inscripción será porque ya no te quiero”, pero aquella era una frase demasiado larga, así que quien le regaló la sortija lo acortó el un simple “Te quiero”. Dejó el anillo junto al resto de objetos de la pequeña balsa de mimbre y rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar un mechero casi gastado. Prendió con mucho cuidado la vela blanca, ayudándose de su otra mano para que el prácticamente imperceptible viento no la pudiese apagar. La llama fue creciendo hasta conseguir bañar con su luz tanto los objetos como los ojos de la chica, que cada vez brillaban más.

Con suma delicadeza para que nada se pudiese caer, tomó la balsa en sus manos y se acercó al mar y así poder obsequiarle con ella. Se adentró hasta que las aguas acariciaron sus rodillas y, con el mismo pesar de quien comprende que un ser querido tiene que marchar, le entregó la pequeña embarcación llena del pasado. Las olas comenzaron a llevarse todos aquellos recuerdos, pero la vela seguía encendida, quizá como un faro para que ella los pudiese ir a recuperar si quería, aunque pronto pensó que no era así, sino que era su forma de poder guiar su pasado hacia lo más lejano del mar, y poder quedarse sólo con los buenos momentos, con los que merecía la pena recordar con una pequeña sonrisa por el simple hecho de que ocurrieron, mientras que los malos se quedarían allí, entre el horizonte y el Olvido.

domingo, 20 de abril de 2008

A mi querida amiga

Ayer volvió a quedarse en casa a dormir, lleva ya un tiempo haciéndolo. Hace bastante que nos conocimos y, pese a que ella es mucho mayor, no tardamos en caernos bien. Desde entonces se queda en mi casa casi siempre

Por las noches prefiere dormir conmigo, a mi lado y me rodea con sus brazos hasta que amanece. Ella dice que me abraza para protegerme, para que nadie pueda pensar siquiera en hacerme daño. Y por las mañanas siempre está ahí con los ojos ya abiertos, no sé si se despierta antes que yo o si es que no duerme. Pero yo me levanto antes que ella para preparar el desayuno, siempre para dos porque sé que ella llegará de un momento a otro para compartirlo conmigo, igual que compartimos todo.

Desde que la conozco es la única que nunca se ha separado de mí. Estamos juntas en todas partes desde que me levanto hasta que vuelvo a dormir, cada día y sin excepción. No está mal tener siempre a alguien cerca a quien poder contarle lo que me pasa, que me escucha en silencio y espera a que termine antes de dar alguna opinión. Opiniones que siempre son sinceras y objetivas, además con ellas consigue desempañar todos los cristales en los que siempre veo buenos reflejos, ella se encarga de que vea todo tal y como es en realidad y sin ningún tipo de adorno o mentira. Es ella la que, cuando estoy de espaldas, bebe de mi vaso para que al darme la vuelta lo vea medio vacío.

No se puede negar que es demasiado buena conmigo, es difícil encontrar a alguien así. A veces se ausenta unos minutos, puede que incluso días, pero ambas sabemos que acabará volviendo, siempre lo hace. Dice que me quiere demasiado como para abandonarme y yo sé que eso es cierto porque no hace más que demostrármelo día tras día.

Esta noche saldremos seguramente. Habrá dos asientos ocupados en el tren, uno por mí y otro por ella. En cualquier bar habrá que pedir dos copas, una para mí, otra para ella. Y al ir a cenar habrá que reservar una mesa para dos, una en la que quepamos mi soledad y yo.

miércoles, 16 de abril de 2008

El círculo de fuego

Resulta extraño, no recuerdo que hiciese tanto calor al acostarme ni que mi cama fuese tan dura. Aún no he abierto los ojos y mi cabeza ya ha comenzado a dar vueltas, aunque no recuerdo que los somníferos tuviesen este efecto secundario. Dudo que si trato de incorporarme sea capaz de mantener el equilibrio, así que prefiero observar primero lo que hay a mi alrededor. Como si me acabasen de tirar un cubo de agua helada, mi mente parece que se despeja al menos durante unos breves segundos; algo no va bien. A escasos pasos de mí puedo ver la fuente de calor, unas llamas han brotado desde el mismísimo suelo y se elevan hasta una altura de más de dos metros. Sigo el recorrido del fuego con los ojos para intentar saber de dónde viene y cuánto alcanza, pero pronto me doy cuenta que mi mirada acaba de dar una vuelta de 360º y que las llamas no han desaparecido en ningún momento; dibujan un círculo y justo yo soy el centro.

Es hora de levantarse, pero acabo de comprobar que no estoy sobre ninguna cama, es el duro suelo quien me deja reposar el cuerpo. Intento encontrar algo a mi al rededor; nada, no hay absolutamente nada a parte de la bien pulida superficie que me devuelve una imagen borrosa que asemeja a su débil intento por reflejar mi figura. Tampoco consigo ver nada más allá de las llamas, todo es completamente negro a excepción de ese círculo naranja que arde cada vez con mayor intensidad.

Aún puedo percibir los efectos de los somníferos, por eso creo ver doble a veces y soy incapaz de levantarme del todo, así que me siento sobre mis rodillas a esperar que mi cabeza vaya recuperando. El suelo no hace más que centellear a causa de las brillantes llamas, que son las mismas que dan a mi piel un color tostado y que se clavan en mis ojos, obligándome a cerrarlos cada vez que intento visualizar si hay algo tras el círculo.

Una ligera humareda comienza a reptar desde el fondo de las llamas hasta el aire y poco a poco, veo cómo se va condensando de manera atípica. Todo el humo se ha arrejuntado frente a mí creando una especie de capullo que lentamente se va moldeando hasta convertirse en una figura blanca, casi transparente, de rostro difuminado. Pese a estar bastante desdibujada, su cara me resulta vagamente familiar, aunque no sé por qué dentro de mí acaba de crearse una pequeña chispa de ilusión. Una vez formada esta figura, se han formado más capullos que han ido cogiendo diferentes formas, creo que también los conozco.

Siento la necesidad de acercarme a ellos, es como si supiera que me van a proteger y que me darán las esperanzas que me faltan. Doy pequeños pasos, no quiero ahuyentarlos. Extiendo el brazo para poder alcanzar con los dedos la mano de la primera figura, que sigue siendo la más cercana a mí, pero apenas he rozado el humo y todas las siluetas se han desvanecido de inmediato y han traspasado las llamas para volver a formarse en el otro lado. ¿Por qué os vais? ¿Por qué me abandonáis aquí si llevo esperando vuestra llegada tanto tiempo? Echo a correr hasta tener justo en frente la pared de fuego, pero en ese momento las llamas crecen aún más, dejando claro que no me dejarán pasar. Las figuras siguen allí, esperándome pacientes detrás de esta cortina de luz ardiente que me impide llegar hasta ellas. Busco algo cerca para poder apagar el fuego, pero al igual que en el anterior intento, no encuentro absolutamente nada. Pero sigue ahí, a dos pasos de mí, quieren que vaya con ellos, ¿por qué no puedo?

Me retiro ligeramente del círculo casi arrastrando los pies. Necesito encontrarme con ellos. No pienso más, cierro los ojos y echo a correr completamente a ciegas hacia delante, confiando que habrá alguna señal que me indique cuándo he de parar. No tarda en llegar. Mi cuerpo rompe de lleno en la muralla de llamas. Parece una eternidad en la que miles de garras afiladas e incandescentes se incrustan en mi piel destrozándola por completo. Caigo al suelo por culpa del dolor y de haber estado con los ojos cerrados; antes de abrirlos noto que he arrastrado conmigo varias llamas sobre mi espalda que, antes de apagarse, se encargan de abrasar mi piel. Sin levantarme siquiera del suelo, abro los ojos y trato de distinguir cualquier cosa aunque vea todo un poco borroso. Las figuras de humo se ven aún más difuminadas que antes, como si hubiese un velo entre nosotras que evita que las observe con total claridad. Puedo ver frente a mí el pie de la primera silueta y levanto la cabeza para verle el rostro mejor, pero antes de que mi mirada pueda rozarle se desvanece junto con todas las demás. La pequeña chispa de ilusión que creía haber percibido antes se ha diluido por completo dentro de mí. ¿Por qué os vais de nuevo? ¿Por qué no os quedáis conmigo? ¿Por qué me abandonáis? ¿Por qué?

jueves, 10 de abril de 2008

Insonorizado

Tardaron unos segundos en encenderse todas las lámparas fluorescentes del techo una vez pulsado el interruptor. Tras parpadear un momento, todas ellas consiguieron iluminar aquella habitación, permitiendo así poder contemplar su extrañeza, puesto que parecía estar fuera de lugar en la casa. Las paredes, completamente forradas con espejos, creaban resonancias en sus reflejos cada vez que un visitante intentaba mirar a más de un espejo. Tres lámparas dominaban aquel techo lechoso y, aunque ellas mismas brillaban con fuerza, todos sus destellos rebotaban en las paredes de modo que les permitía crear una sensación de mayor luminosidad. El suelo estaba entarimado con madera de ébano lo que conseguía un contraste curioso pero a la vez agradable con el techo. A cualquiera que se encontrase allí dentro sin conocer de antes el lugar le hubiese resultado difícil hallar el modo de salir ya que la puerta estaba camuflada a modo de espejo y solamente un pequeño pomo de bronce podía indicar que estaba allí.

Hacía tiempo que la habitación se había construido para un fin concreto, el de hacer música, puesto que era un lugar completamente insonorizado, lo que resultaba muy útil incluso cuando se quería tocar a las tantas de la madrugada. Pese a todo, hacía ya un par de años que nadie la utilizaba, nadie excepto aquellas manos pálidas y temblorosas que acababan de pulsar el interruptor para poder ver algo allí dentro. Ella no entraba allí a crear ni tocar nada, le había dado otro fin a aquel cuarto, uno que, para ella, en ese momento era mucho más útil. Se quedaba allí todos los días en lo que necesitaba esconderse del mundo y perderse por completo, y al final terminaba encontrándose y enfrentándose a sí misma.

Justo en el medio de la habitación había una silla de madera vieja que ella misma había traído consigo en su anterior visita y que dejó allí olvidada. Tras cerrar la puerta con cuidado e ir casi arrastrando los pies, tomó asiento y cerró los ojos, como si tanta luz le quemara los ojos. Apoyada en el respaldo, echaba la cabeza hacia atrás una y otra vez para encontrar una postura cómoda, pero ninguna de ellas le resultaba lo bastante confortable, por lo que, finalmente, echó todo su cuerpo hacia delante para posarlo sobre sus piernas y se quedó allí boca abajo durante un buen rato, abrazándose la cabeza y tratando de ocultarse en ella. Aunque le fue imposible ocultar esas pequeñas y cristalinas lágrimas que poco a poco caían sobre el ébano.

Una gran punzada en la espalda la avisó de que llevaba demasiado tiempo en aquella postura y que debía cambiarla antes de que el dolor aumentase. Primero levantó la cabeza que ahora, por culpa de haber estado tanto tiempo mirando al suelo, estaba casi totalmente cubierta de mechones oscuros, aunque éstos eran incapaces de crear una cortina lo suficientemente espesa como para no dejar ver sus ojos húmedos y enrojecidos. No necesitó más. En cuanto levantó la cabeza se dio de bruces contra su propio reflejo, lo que consiguió que hundiese todo su cuerpo en la silla y comenzasen a resbalar aún más gotas saladas sobre su rostro.

Ahora sólo quería escapar de allí. Se alzó de su silla tan rápido que tropezó con ésta y cayó al suelo al instante. Incluso desde el suelo y agarrándose el pie dolorido que había chocado contra la silla, miraba de forma desesperada a un lado y a otro en busca del pomo que le indicaba la salida. Pero no lo encontró, sólo veía su reflejo en cada rincón en el que posaba la mirada, nada más, sólo ella por todos lados. Aquello era demasiado, ni siquiera conocía a esa extraña que le devolvía la mirada, ¿o quizá es que la conocía demasiado bien? Quería huir de esa figura que alzaba los ojos para toparse con los suyos al mismo tiempo que ella quería observar si el reflejo seguía allí.
Por fin sacó fuerzas para levantarse del suelo y echó a correr por toda la habitación, pero aquella desconocía no hacía más que interponerse entre la puerta y ella. Paró por un instante y retrocedió para poder pensar en algo. No fueron más que dos o tres segundos de silencio y seguido arremetió contra la figura de los espejos, la golpeó todo cuanto pudo con las manos, pero lo único que notaba era el frío del espejo y el temblor que causaba golpear esas láminas que forraban la habitación. Ya no sabía que hacer. Siguió golpeando durante un buen rato mientras chillaba todo lo alto que podía para que la dejase pasar, aunque su reflejo no estaba dispuesto a ceder.

Estaba tan cansada que los puñetazos fueron perdiendo intensidad y al final dejó que todo su cuerpo se apoyase en la pared y resbalase hasta quedar sentada en el suelo. Esta vez rompió a llorar con muchas más ganas, pero su cuerpo estaba cansado incluso para eso. Tenía frente a ella su reflejo que la miraba con cara triste, aunque a ella le parecía ver odio en aquel monstruo. Quería rendirse pero no sabía si decírselo o no. ¿Iba dejar que esa figura horrible que decía ser ella la ganase? Fue arrastrándose hasta el centro de la habitación hasta llegar donde estaba la silla en la que antes se había sentado.

Reptando lentamente por el respaldo consiguió ponerse de pie ante su reflejo. Inhaló en un solo momento toda la rabia contenida que había en la estancia y la lanzó a gritos, aún más altos que los de antes. “¡Todo es culpa tuya!” La figura no contestó. “¿Por qué no hablas, eh? Defiéndete al menos, joder, es todo tu culpa, siempre lo es, no das más que problemas engendro asqueroso” Pero seguía sin obtener respuesta. Se quedó mirando fijamente aquel rostro, lo analizó por completo, ojos, cejas, nariz…todo, hasta que llegó a los labios. Los estaba observando cuando vio que se torcían formando una especie de sonrisa. Se estaba burlando de ella en su propia cara y eso la hizo enfurecer aún más. Agarró firmemente la silla que tenía al lado y la estrelló contra la pared, dando de lleno a su reflejo. “¡Ríete ahora si puedes!” Varios fragmentos quedaron colgando del espero, pero la mayoría habían saltado a causa del impacto y ahora se hallaban en el suelo. La lámina de espejo se había roto y dejaba ver el color blanco de la pared original, por lo que su reflejo había desaparecido.

Comenzó a acercarse lentamente hasta poder tocar la fría pared, lo que hizo que se sintiera un poco animada, pero poco duró. Pronto llegaron a sus oídos el ruido de cristales rotos bajo sus pies y de forma inconsciente bajó la mirada. Soltó un grito intentando expulsar todas las sensaciones que acababan de volver a ella porque allí estaba de nuevo. Lejos de desaparecer, aquel reflejo monstruoso se había multiplicado por culpa de todos miles de fragmentos que había en el suelo y la miraba con una mezcla de triunfo y odio. La angustia se apoderó de ella y se desplomó sobre el suelo. Notaba pinchazos de los fragmentos a través del pantalón, al ir a coger uno de ellos se cortó en los dedos lo que hizo que soltase de inmediato aquel cristal y se fijase en la sangre que empezaba a brotar de las yemas. Pero su interés pasó al fragmento que se le acababa de caer, en el que aquella extraña figura aún la seguía mirando. ¿Por qué no darle la victoria que se merecía? Al fin y al cabo había ganado y allí tirada, rodeada de cristales, resultaba bastante fácil y razonable concederle esa victoria.

domingo, 6 de abril de 2008

Iraganaren Ibaia

Igual que cada vez que me da por escribir algo parecido a un poema, os dejo debajo la traducción.



Mundua izozten saiatu zinen
beren joatea ez ikustearren,
baina jarraitzen du zure ibaiak
haien odolez betetzen.

Ikusi nahi dituzu berriz,
behin ondoan eduki zenituenak
oin soilik trostan dihoaz
ahantziaren oroimenera.

Hondoetatik altxatu ta
hatzapar zorrotzak sartu
dizkizute bizkarrean
iraganera bultzatuz.

Lehengo pentsamenduak gogoan,
hasi dira larrua erretzen.
Behin hain ziren atseginak!
Zure ibaian zaude itotzen.

Zuk hainbeste erregutzen zeniola
beraien itzulera gauari
garrasi eta negarrez,
hemen daude zu eramateko.
Oin ezingo duzu egin ihes.




Río del Pasado


Intentaste congelar el mundo
por no ver su partida,
pero tu río sigue
llenándose con su sangre.

Quieres volver a verlos,
los que un día tuviste a tu lado
ya sólo cabalgan hacia
el recuerdo del Olvido

Se levantan de las profundidades y
clavan sus afiladas uñas
en tu espalda
empujándote al pasado

Con los pensamientos de antes en la memoria,
han empezado a quemar tu piel.
¡Qué agradables fueron una vez!
Te estás hundiendo en tu propio río.

Tú que tanto suplicabas
a la noche su regreso
entre gritos y lágrimas,
aquí están para llevarte.
Ahora no podrás escapar.