“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

domingo, 20 de julio de 2008

Cazador de Sueños


“Los indios americanos utilizaban los cazadores de sueños como trampa para las pesadillas, que quedaban atrapadas en él y no podían afectar a los que dormían.”

Demasiado calor para poder dormir, siempre pasa lo mismo en verano. Aunque la persiana esté bajada, a los pequeños rayos de luna aún se les permite la entrada a esta habitación, ya que siempre son los causantes de todas las siluetas que se perfilan sobre la blanca pintura de la pared. Ésta vez, sobre ella se dibuja una sombra que gira despacio, como si bailase una danza de cortejo para alguien.

Busco al culpable de esa figura y pronto lo encuentro colgado de la lámpara del techo por una fina cuerda y oscilando levemente a causa del aire que se cuela por las persianas. El aro grueso delimita una red creada a partir de un hilo muy fino, como una tela de araña. Es un cazador de sueños, yo misma lo até ahí en un intento de que desaparecieran mis pesadillas; desde entonces ni siquiera he vuelto a soñar.

Me gusta observar el movimiento de tan curioso objeto, resulta algo relajante ir perfilando con la mirada cada hilo que se entrecruza, pero que aún así, dejan un pequeño agujero justo en el centro de la red por el que se alejan las pesadillas de la persona que duerme.

Creo que hay algo enganchado en uno de los hilos más centrales; es pequeño, alargado y parece que intenta aletear para poder liberarse de su trampa. Me acerco más y sujeto el cazador de forma suave con las yemas para así dirigirlo a algún haz de luz que entre por la ventana.

Tiene la misma forma que una… boca. Sí, estoy segura, son unos finos labios que han quedado atrapados en la red por accidente. Pero tienen algo extraño que aún no logro identificar, diría que son las comisuras, son diferentes a las que he visto hasta ahora, están curvadas hacia arriba creando así una expresión de alegría.

¿Sonrisa? Sí, puede ser, sonrisa creo que así lo llaman…Vaya, hacía tanto que no veía una. No sé qué hace esta pequeña aquí, desde luego no es su lugar, pero ¿significa que he soñado con ella? No lo recuerdo. Hace mucho que mis sueños no dejan imágenes, sonidos ni sensaciones en mi memoria, quizá así sea mejor, pero algo tendré que hacer con mi inesperada visita de hoy.

Al acomodar entre mis dedos a los pequeños labios, éstos comienzan a batir sus comisuras de forma enérgica. Me recuerdan a una mariposa justo antes de echar a volar, sólo que aún no dejo que se eleve. En vez de soltar a la delicada sonrisa para que pueda revolotear libremente por mi habitación, me acerco a la ventana, subo la persiana y dejo que se pose de forma suave sobre el alféizar.

Los cálidos labios se han quedado inmóviles, parece como si ya no quisieran alzar su vuelo. Los observo nuevamente y por un momento me horrorizo. Dudo que sea mi imaginación. Las comisuras ya no están tan curvadas como antes, por lo que su expresión de alegría ha comenzado a remitir. Siento que necesito ayudarla a volver a ser como antes, así que de manera casi instintiva soplo débilmente a la cada vez menos feliz boca, a lo que ésta responde con un ligero temblor. Comienza a resbalarse del alféizar, está a punto de caer, pero antes de que yo la sujete, curva repentinamente sus comisuras y las agita con toda su energía hasta que logra elevarse por fin.

Veo como se aleja feliz sin ningún rumbo concreto. No intento retenerla, prefiero dejar que se marche en la oscuridad hasta que encuentre a otra persona que la sueñe. Me pregunto si volverá a quedarse atrapada en un cazador de sueños de alguien que luego no recordará ni haber soñado con ella, pero que en el fondo sabrá que lo ha hecho. Pese a que hace unos segundos que ya ha desaparecido por completo de mi campo de visión, me quedo un rato más mirando por la ventana y al final…¿sonrío? Sí, y al final sonrío.

lunes, 14 de julio de 2008

Cada Puñalada

Día soleado de verano, perfecto para salir a dar una vuelta y dejar que mi alegría vuele junto a esa dulce brisa de la costa. Parece que todo el paseo huele a felicidad, o quizá sea la sal que despierta en mí unas ganas repentinas de dedicar a todo el mundo una sonrisa, tanto si los conozco como si no. Pese a que hace un buen rato que pasaron de ser las ocho de la tarde, el sol continúa allí arriba, con esa fuerza infinita que consigue no cansarle nunca de alumbrarnos. Por un momento se torna tan brillante que me veo forzada a entrecerrar los ojos, de tal manera que no puedo distinguir los rostros de todas aquellas personas que pasan por mi lado. Alguien de los que acaban de pasar agarra mi muñeca de manera suave pero al mismo tiempo contundente, lo que hace que mi cuerpo rote levemente sobré sí para averiguar de quién se trata.

Saludas con simpatía, sonríes y rápidamente te quitas las gafas de sol para que pueda apreciar tus ojos. Intento decir hola, hasta muevo los labios, pero ni siquiera yo lo he llegado a oír. Sigues hablando, pero yo ya no escucho. ¿Quién eres? Me recuerdas tanto a alguien, pero no puede ser….¿o quizá sí? Tienes sus mismos ojos, el mismo timbre de voz y unos labios iguales a los que recuerdo. Hacía demasiado que no sabía de ti, y sin embargo ahora te tengo delante, sonriendo, hablando, como si el tiempo hubiese retrocedido varios años.

Poco a poco, el sol comienza a esconderse y permite que mis ojos permanezcan abiertos. No hago más que observarte, parece que el tiempo no ha hecho mella en ti o eso parece al menos. Vuelvo al hilo de tu discurso sin que te hayas dado cuenta si quiera de que estaba totalmente ausente, e intento escuchar tus palabras, pero es que éstas ya no saben a nada.

Te delatas.

No eres más que una simple imitación de aquel a quien amé de una forma tan incondicional, de alguien a quien le entregué todo mi ser sin importarme lo que pudiera pasar. Tendrás sus ojos, sí, pero ya no miran con esa dulzura que conseguía traer la mayor tranquilidad a mi mente. También te has hecho con su voz, aunque está claro que no la sabes utilizar igual que él, ya que tu tono suena frío y distante, y él jamás habló así. Y qué decir de tus labios, esos que intentan en vano crear una sonrisa cómplice, ahora se congelan en una pequeña mueca que te delata como traidor.


Sé que aquella persona a la que tanto amé murió hace años, ya no existe más que en mi memoria, pero no por ello dejaré de quererla de la misma manera que cuando estaba a mi lado. Seguiré recordándole con toda la dulzura que le caracterizaba, con aquella paciencia infinita que siempre tenía conmigo y cada vez que vuelva a aparecer en mi mente podré sonreír, porque sé que conocí a una persona maravillosa que por un tiempo hizo que me sintiera completamente feliz y sé que soy afortunada por ello. Y ahora te observo a ti, que no sé quién eres, nada más que un desconocido cualquiera que pretende ser quien ya no puede y que nunca se dio cuenta que todas las puñaladas que me clavabas a mí, te mataron a ti.