"El dolor era desconcertante.
Exactamente eso, me sentía desconcertada. No podía entender, no le encontraba sentido a lo que estaba ocurriendo.
Mi cuerpo intentaba rechazar el suplicio, y me absorbía una y otra vez una oscuridad que me evitaba segundos o incluso minutos enteros de agonía, haciendo que fuera aún más difícil mantenerse en contacto con la realidad.
Intenté hacer que se separaran, el dolor y la realidad.
La irrealidad era negra y en ella no me dolía tanto.
La realidad era roja y me hacía sentir como si me aserraran por la mitad, me atropellara un autobús, me golpeara un boxeador, me pisotearan unos toros y me sumergieran en ácido, todo a la vez.
La realidad era sentir que mi cuerpo se retorcía y enloquecía aunque yo no podía moverme, posiblemente debido al mismo dolor.
La realidad era saber que había algo mucho más importante que toda esta tortura, pero ser incapaz de recordar qué era.
La realidad había llegado demasiado rápido."
Exactamente eso, me sentía desconcertada. No podía entender, no le encontraba sentido a lo que estaba ocurriendo.
Mi cuerpo intentaba rechazar el suplicio, y me absorbía una y otra vez una oscuridad que me evitaba segundos o incluso minutos enteros de agonía, haciendo que fuera aún más difícil mantenerse en contacto con la realidad.
Intenté hacer que se separaran, el dolor y la realidad.
La irrealidad era negra y en ella no me dolía tanto.
La realidad era roja y me hacía sentir como si me aserraran por la mitad, me atropellara un autobús, me golpeara un boxeador, me pisotearan unos toros y me sumergieran en ácido, todo a la vez.
La realidad era sentir que mi cuerpo se retorcía y enloquecía aunque yo no podía moverme, posiblemente debido al mismo dolor.
La realidad era saber que había algo mucho más importante que toda esta tortura, pero ser incapaz de recordar qué era.
La realidad había llegado demasiado rápido."
Stephenie Meyer, Amanecer, pág. 406