“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

sábado, 9 de agosto de 2008

Varios inconvenientes

Buenas tardes,

Sé que últimamente apenas estoy escribiendo nada, es porque tengo muchos problemas con la conexión y tampoco ando muy servida de ideas que digamos. Reconozco que he dejado el blog un poco descuidado, ruego me disculpéis, sé que no es forma de llevar una web. Espero que pronto pueda poner en orden y por escrito el torbellino de ideas que tengo en la cabeza y espero también que los problemas de conexión se solucionen lo más rápido posible, aunque algo me dice que tardaré un tiempo en poder volver a postear con asiduidad.

Muchas gracias por vuestra paciencia, sobre todo a aquellos que siguen esta aventura desde sus comienzos.

Clair de Lune

martes, 5 de agosto de 2008

Camino hacia el túnel


Escrito durante el curso 2003-2004. Posteriormente hice la versión en euskera de este texto que, a mi juicio, quedó mejor, pero creo que no hay mucha gente leyendo este blog que entienda el idioma.


¡Bum!

Me encuentro tirado en el suelo. Estoy en el frío y duro asfalto de la calle, según me indica el escalofrío que recorre todo mi cuerpo. No sé cómo ni por qué he llegado hasta aquí. No recuerdo nada. Percibo una abundante cantidad de ruidos. Son todos diferentes, pero reconozco la gran mayoría. Los motores en marcha de lo que probablemente sean coches y motos, me resultan más fáciles de oír que los demás, aunque estén bastante lejos. Lo más cercano que tengo son las numerosas voces y murmullos que se van apilando junto a mí construyendo así una especie de manto que me aísla de lo que haya detrás de él.

De pronto una luz muy brillante surca el cielo obligándonos a todos los presentes a cerrar un instante los ojos, pero yo ya no los abro. Estoy demasiado cansado para hacerlo. Un momento después de ver la cegadora luz. Un ruido ensordecedor taladra mi mente, aunque estoy casi seguro de que no ha sonado sólo en mi cabeza, sino también en el cielo.

Unas gotas de agua comienzan a caer lentamente sobre mi cara. Pero en un segundo el agua empieza a abundar y choca con el suelo. Nunca antes había oído la lluvia caer sen tener otras ocupaciones, así que esta vez me limito a escuchar. El sonido que provocan las gotas de agua el estamparse contra el duro asfalto se asemeja bastante al de un alfiler al caer. Así que, en cierto modo estoy percibiendo una lluvia de pequeños alfileres tintineantes. Y su tacto es extraño respecto al sonido, ya que a pesar de frías, son como los pétalos de una rosa, suaves y delicados.

De pronto el ruido de una sirena me saca de mis pensamientos. El círculo que me rodeaba se abre y deja pasar a tres personas con unos maletines. Uno de ellos toca mi cuello con sus largos y fríos dedos y le dice algo a sus compañeros, algo que no llego a entender. Pero de repente noto que mi corazón se para en seco y mi cabeza comienza a crean un sinfín de imágenes, algunas más borrosas que otras. Una de ellas es la de un muchacho pequeño que está soplando las velas de una tarta. Soy yo en mi séptimo cumpleaños. En otra hay una familia al lado de un lago pescando, sonriendo y pasándoselo en grande: mi mujer, mi hijo Alex, mi hija Sonia y yo intentando pescar un gran pez para la cena. La imagen cambia dejando observar dos chicos de unos veinte años de edad jugando al fútbol en un patio. El de la derecha es mi amigo Tom y el otro soy yo, que acabábamos de entran en la universidad. Otra serie de imágenes aparecen ante mí como si de una película se tratara. Es algo que ha sucedido recientemente porque voy vestido con traje y corbata. Estoy pasando por un cruce y de pronto unos faros encendidos, que esconden un gran coche, se abalanzan sobre mí y caigo al suelo. No recuerdo que nada de eso haya ocurrido, pero me pongo a pensar: estoy tirado en el asfalto sin saber por qué. Sólo puede haber una explicación: ese accidente es el motivo por el que estoy aquí.

Siento que colocan en mi pecho dos tipos de planchas y de ellas surge una fuerza que sacude todo mi cuerpo. Mientras vuelvo a percibir ese impulso al menos tres veces más, mi vista se va nublando y se empieza a convertir todo en negro. Hasta que al final no veo nada y mi cuerpo ha dejado de sacudirse. Tampoco siento nada. Simplemente estoy yo y el vacío. Comienzo a andar. Tal vez sea verdad que hay una luz al final del túnel.