“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

sábado, 17 de mayo de 2008

Lluvia

Acabo de despertar en medio de un hermoso prado rebosante de hierba y pequeñas flores que parecen correr tan lejos como pueden para llegar a alcanzar el horizonte. Miro a mi alrededor y veo que todo el manto verde se extiende incluso por encima de las lejanas montañas, acariciándolas con la suavidad del roce de cada hebra verde que intenta desesperadamente alzarse para observar el sol. Es una vista magnífica en la únicamente se puede respirar tranquilidad. Me descalzo y comienzo a andar, quiero disfrutar lo máximo posible de la textura de la hierba que se escurre entre mis dedos y trata de hacerme cosquillas.

Por mucho que avance es como si siempre estuviese en el mismo sitio, tan verde, tan perfecto; aunque las montañas que difumina el cielo son las únicas que cambian de posición de forma casi imperceptible. Una ligera brisa empieza a pasear a sus anchas por todo prado, no sé bien de dónde bien, pero parece que tiene ganas de jugar conmigo, con las flores, incluso con las nubes, ya que ha ido a buscarlas muy lejos para traerlas hasta aquí.

Pronto el cielo se llena de nubes que van juntándose y obteniendo un tono cada vez más oscuro. Miro en todas direcciones intentando encontrar algún sitio donde resguardarme de la inminente lluvia, pero no sólo no encuentro cobijo, si no que lo que hallo me deja completamente de piedra. Justo detrás de mí descubro un camino creado por hierba quemada que, al aproximarme un poco, compruebo que son mis propias huellas las que han abrasado un paisaje tan perfecto. Levanto ligeramente mis pies y veo horrorizada que están quemando toda la hierba que hay debajo de ellos. Pienso en echar a correr muy lejos para no seguir dañando tan hermosa vista, pero rápidamente cambio de opinión, ya que un solo movimiento seguirá destruyéndolo todo.

Pequeñas gotas de lluvia caen desde el cielo y consiguen que me estremezca bajo su frialdad. Me alegro de que llueva porque pienso que así ayudará a que el prado se mantenga en todo su esplendor, pero no tardo en descubrir que me equivoco. Cada gota que cae sobre alguna planta la agujerea de inmediato como si de ácido se tratara, aunque sobre mi piel no tiene efecto; parece que ya no pueden corroerme más.

En pocos minutos soy testigo de la devastación de todo ese prado que al principio me había cogido con tanta paz. Veo como todas las plantas sin excepción van incinerándose lentamente sin que pueda hacer nada por evitarlo. No encuentro ningún lugar en el que quede algo de vida por más que mire a mi alrededor; todo ha quedado completamente destruido. Ya no importa que me mueva, no queda nada por quemar, así que camino hasta unas rocas que hay cerca para poder sentarme. Apenas puedo creer nada de lo que ha pasado, de un segundo a otro se ha desvanecido toda la hermosura del paisaje para dar paso a un desierto habitado únicamente por la muerte.

Dejo que mi mirada se pierda entre los resquicios que dejar las rocas hasta que, para mi sorpresa, atisbo una pequeña flor escondida allí intentando sobrevivir. La quiero ayudar, sé que mi presencia ha hecho mucho mal a este prado y no quiero que quede totalmente destruido, por eso la protejo bajo mi cuerpo, para que la lluvia no llegue a alcanzarla y acabe teniendo el mismo final que el resto del manto verde. Espero mientras todas las gotas ácidas caen sobre mi espalda sin hacerme una sola abrasión y me quedo allí intentando acoger a esa pequeña durante horas, hasta que finalmente la lluvia cesa por completo.

Ahí está esa insignificante flor que ha sobrevivido al desastre; me quedo contemplándola con una mezcla de admiración y pena al mismo tiempo, ya que ahora tendrá que quedarse completamente sola hasta que el tiempo repare todos los daños, pero mientras me gustaría poder cuidarla. La acaricio despacio intentando darle ánimos para que siga creciendo, pero en cuanto mis dedos entran en contacto con sus pétalos, el delgado tallo se estremece y los pétalos se vuelven negros hasta deshacerse en mi mano. Acabo de causar la muerte de lo único que quedaba de aquel frondoso prado, ha sido mi culpa y ahora ya sólo podrá existir en el recuerdo. ¿Pero quién creerá que no lo hice a propósito? ¿Quién?

1 comentario:

maria varu dijo...

Sólo tú, querida Clair, solamente tú sabes la realidad de lo que vives.

Las cosas no ocurren por una sola causa, las cosas, los sucesos y en nuestros momentos intervienen otros factores y su explicación tiene distintas versiones, sólo es necesario ver la realidad, lo que realmente es, sin creerse o ver siempre que uno es el causante de lo que nos acontece.

Las cosas son como son y así hay que aceptarlas.

Besos querida Clair, tú eres siempre un hermoso y fecundo prado de narraciones, aunque tus flores estén escondidas.

María