“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

jueves, 5 de marzo de 2009

La noche que la Luna salió tarde

El título se debe a la canción que escuchaba mientras el texto surgió en mi mente.


La medida del tiempo siempre se diluía con la corriente del riachuelo, sólo para ellos, cada vez que pasaban en aquel claro varias horas. Allí, con un majestuoso roble ofreciéndoles su tronco y sus raíces como hamaca, les resultaba imposible saber si estaba a punto de amanecer o si, por el contrario, hacía poco que la luna visitaba el cielo.

La noche transcurría entre sonrisas y miradas que permitían que la eternidad ocupara cada segundo y la conversación había rozado tantos y tantos temas que apenas podían recordarlos. En una pequeña pausa en la que las sonrisas se instalaron en el instante, ella aprovechó para preguntar:

- ¿Me quieres?

Él, con su rostro más cálido y perfecto, clavó sus ojos en los de ella, sonrió y volvió a dirigir su mirada hacía el oscuro cielo.

- ¿Alguna vez has escuchado cómo el mar canta a la Luna? ¿O cómo el viento acaricia la tierra?- la rodeó entre sus brazos esperando una respuesta que ya conocía.

- No.- agudizó sus oídos; sabía perfectamente que de aquellas preguntas acabaría aprendiendo algo interesante.

Se giró hacia ella, colocó con suavidad los dedos sobre su frente y los deslizó con cuidado hasta cerrarle los párpados.

- Cierra los ojos y escucha.

Se zambulló en el silencio y la paz que le proporcionaba la oscuridad; comenzó a escuchar. Pronto el silencio dio paso a numerosos sonidos que necesitó desmenuzar para llegar a discernirlos en su totalidad.

Lo primero que llegó a sus oídos fue el murmullo fresco y alegre del riachuelo al golpear con suavidad las piedras que encontraba a su camino. El silbido de la brisa no era lo suficientemente fuerte como para eclipsar el susurro que creaban los grillos al rozar sus patas. Hubo un instante en el que incluso le pareció percibir el crujido de la hierba que crecía poco a poco o incluso el rumor de los insectos el deslizarse por la tierra. Pero ante todo, le escuchaba a él, su respiración pausada y no tardo en reparar en sus latidos; sístole y diástole, casi tan precisos como un reloj. Sus propias palpitaciones también se unieron a esa melodía nocturna tan especial que había logrado advertir.

Pero en aquel momento todos los demás sonidos se convirtieron en poco más que sombras, frente al claro golpeteo de su corazón y por primera vez aquella noche sus latidos formularon la misma pregunta que ella minutos atrás, “¿Me quieres?”, a lo que el corazón de su compañero respondió “Te quiero”.

3 comentarios:

Alexandre Moreno dijo...

Que bonito claire de lune. Me ha maravillado.

La verdad es que hoy estoy algo melancólico y raro (porque no), y me he imaginado, en esta sitacuación, con tus diálogos... La verdad, que ahora mismo necesitaria, que alguien me digese todo lo que dices, y que al final me digera, "te quiero".

Un bonito relato, me ha emocionado un poco.

Un abrazo.

maria varu dijo...

Querida Clair que relato tan armónico.
Solemos vivir con prisas, solemos aceptar y pedir las palabras como la confirmación de lo que deseamos y queremos, porque no somos capaces de "perder" el tiempo viviendo; sin embargo la armonía de los instantes pueden llegar a decirnos lo que queremos escuchar como si de una hermosa melodía se tratara.

Ojalá supiéramos dedicar esos espacios a sentir la vida vivir, a vivir con la misma vida que nos envuelve y ser con ella un todo.

Hermosísimo relato por la sencillez de su mensaje.

Un abrazo Clair.

María

@Igna-Nachodenoche dijo...

Saber sumergirte en el silencio de tus propios sentimientos, mientras escuchas música, edificar tal silencio, pleno de ruídos, no es fácil, se necesita tiempo, aislarse, saber aislarse, ahí encontramos lo que nos parece habersénos negado.

Un beso Claire.