“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

martes, 29 de enero de 2008

Bufón

Me siento como en una plaza en la que están todos los del pueblo esperando con la cosecha que se les ha podrido y yo, siendo las mofas de todos, en una especie de escenario de madera en medio de todos atada y sin poder moverme. Uno gritando “Jajajaja, mira qué tonta es….toma tomatazo”, otro “Jajajaja, mira qué ingenua….toma huevos podridos”, y “Jajaja”…”Jajaja”…”Jajaja” hasta que todo el escenario se llena de hortalizas y a mí me van llegando golpes por todos sitios. Y al final pierdo toda la noción del tiempo y de los golpes y solamente me llegan las risas como si fuesen dardos venenosos.

Y ahora resulta que tengo una ansiedad de caballo que aún no sé ni cómo frenar.

El otro día fui al balcón porque necesitaba pensar. Recordé que de pequeña siempre quería echar a correr por toda la extensión de hierba que comienza justo en frente de mi casa, pero nunca lo hice. Supongo que ahora el deseo es el mismo, sólo que con ganas de llegar hasta el mismísimo Serantes y seguir corriendo para perderme aún más. Me dio por pensar lo que ocurriría si venciese la valla, supongo que con suerte podría conseguir sujetarme a tiempo al borde y quedar colgando aunque no caer. También pensé en la larga lista de personas que estarían dispuestas a pisarme las manos y ver cómo caería. Luego decidí que tenía que calmarme de una vez, que necesitaba algo que me inundase casi completamente y que me ayudase a no pensar o al menos ha estar más tranquila.

Necesito calmarme, tranquilizarme, perderme en el mar como cuando hacía de pequeña “el muerto” que consistía en tumbarme sobre las olas y simplemente flotar, nada más. Necesito algo así. Algo que me arrastre a ni sé dónde, si tengo que acabar en una isla desierta, pues genial, si resulta que viene un tiburón y termita por arrancarme un brazo de cuajo, pues bueno, qué le vamos a hacer, pero necesito esa tranquilidad. Y quiero que llueva de una vez, que jarree con ganas, que se inunde todo el pueblo. Una tormenta de esas que se pasa días y días lloviendo (pero sin viento, que entonces ya no me gusta) y yo metida en la cama con las mantas y el edredón hasta el cuello para no pasar frío, mientras oigo cómo cae la lluvia fuera, mientras truena tan fuerte que siento como ese sonido son todos los gritos que yo no puedo dar, y mientras caen miles y miles de gotas cada una de ellas llevándose consigo un pensamiento de mi mente hasta que ésta se quede en blanco y yo me tranquilice. Y coger a la mañana siguiente y abrir las ventanas lo máximo posible para que entre todo ese olor a suelo mojado que tanto me gusta. Lo necesito, necesito que estalle esa tormenta o acabaré por estallar yo.

Se suponía que hasta que no acabasen los exámenes yo no iba a escribir más, pero joder, cuánto se echa de menos esto de poder contar lo que me de la gana.

P.D. Probablemente vayáis a encontrar todas las ideas que he contado muy desordenadas, es que lo he escrito según se me pasaba por la cabeza, necesitaba soltar todo esto.

1 comentario:

maria varu dijo...

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Sí Clair está todo un poco desordenado, no es ese tu estilo, ese que yo descubrí en tus relatos, con detalles sutiles, elaborados, cuidados... pero si te ha servido para que te veamos de nuevo ¡Bienvenido el desorden!

Un abrazo

María
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