“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

miércoles, 16 de abril de 2008

El círculo de fuego

Resulta extraño, no recuerdo que hiciese tanto calor al acostarme ni que mi cama fuese tan dura. Aún no he abierto los ojos y mi cabeza ya ha comenzado a dar vueltas, aunque no recuerdo que los somníferos tuviesen este efecto secundario. Dudo que si trato de incorporarme sea capaz de mantener el equilibrio, así que prefiero observar primero lo que hay a mi alrededor. Como si me acabasen de tirar un cubo de agua helada, mi mente parece que se despeja al menos durante unos breves segundos; algo no va bien. A escasos pasos de mí puedo ver la fuente de calor, unas llamas han brotado desde el mismísimo suelo y se elevan hasta una altura de más de dos metros. Sigo el recorrido del fuego con los ojos para intentar saber de dónde viene y cuánto alcanza, pero pronto me doy cuenta que mi mirada acaba de dar una vuelta de 360º y que las llamas no han desaparecido en ningún momento; dibujan un círculo y justo yo soy el centro.

Es hora de levantarse, pero acabo de comprobar que no estoy sobre ninguna cama, es el duro suelo quien me deja reposar el cuerpo. Intento encontrar algo a mi al rededor; nada, no hay absolutamente nada a parte de la bien pulida superficie que me devuelve una imagen borrosa que asemeja a su débil intento por reflejar mi figura. Tampoco consigo ver nada más allá de las llamas, todo es completamente negro a excepción de ese círculo naranja que arde cada vez con mayor intensidad.

Aún puedo percibir los efectos de los somníferos, por eso creo ver doble a veces y soy incapaz de levantarme del todo, así que me siento sobre mis rodillas a esperar que mi cabeza vaya recuperando. El suelo no hace más que centellear a causa de las brillantes llamas, que son las mismas que dan a mi piel un color tostado y que se clavan en mis ojos, obligándome a cerrarlos cada vez que intento visualizar si hay algo tras el círculo.

Una ligera humareda comienza a reptar desde el fondo de las llamas hasta el aire y poco a poco, veo cómo se va condensando de manera atípica. Todo el humo se ha arrejuntado frente a mí creando una especie de capullo que lentamente se va moldeando hasta convertirse en una figura blanca, casi transparente, de rostro difuminado. Pese a estar bastante desdibujada, su cara me resulta vagamente familiar, aunque no sé por qué dentro de mí acaba de crearse una pequeña chispa de ilusión. Una vez formada esta figura, se han formado más capullos que han ido cogiendo diferentes formas, creo que también los conozco.

Siento la necesidad de acercarme a ellos, es como si supiera que me van a proteger y que me darán las esperanzas que me faltan. Doy pequeños pasos, no quiero ahuyentarlos. Extiendo el brazo para poder alcanzar con los dedos la mano de la primera figura, que sigue siendo la más cercana a mí, pero apenas he rozado el humo y todas las siluetas se han desvanecido de inmediato y han traspasado las llamas para volver a formarse en el otro lado. ¿Por qué os vais? ¿Por qué me abandonáis aquí si llevo esperando vuestra llegada tanto tiempo? Echo a correr hasta tener justo en frente la pared de fuego, pero en ese momento las llamas crecen aún más, dejando claro que no me dejarán pasar. Las figuras siguen allí, esperándome pacientes detrás de esta cortina de luz ardiente que me impide llegar hasta ellas. Busco algo cerca para poder apagar el fuego, pero al igual que en el anterior intento, no encuentro absolutamente nada. Pero sigue ahí, a dos pasos de mí, quieren que vaya con ellos, ¿por qué no puedo?

Me retiro ligeramente del círculo casi arrastrando los pies. Necesito encontrarme con ellos. No pienso más, cierro los ojos y echo a correr completamente a ciegas hacia delante, confiando que habrá alguna señal que me indique cuándo he de parar. No tarda en llegar. Mi cuerpo rompe de lleno en la muralla de llamas. Parece una eternidad en la que miles de garras afiladas e incandescentes se incrustan en mi piel destrozándola por completo. Caigo al suelo por culpa del dolor y de haber estado con los ojos cerrados; antes de abrirlos noto que he arrastrado conmigo varias llamas sobre mi espalda que, antes de apagarse, se encargan de abrasar mi piel. Sin levantarme siquiera del suelo, abro los ojos y trato de distinguir cualquier cosa aunque vea todo un poco borroso. Las figuras de humo se ven aún más difuminadas que antes, como si hubiese un velo entre nosotras que evita que las observe con total claridad. Puedo ver frente a mí el pie de la primera silueta y levanto la cabeza para verle el rostro mejor, pero antes de que mi mirada pueda rozarle se desvanece junto con todas las demás. La pequeña chispa de ilusión que creía haber percibido antes se ha diluido por completo dentro de mí. ¿Por qué os vais de nuevo? ¿Por qué no os quedáis conmigo? ¿Por qué me abandonáis? ¿Por qué?

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