“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

domingo, 6 de septiembre de 2009

La fiesta de las maravillas (Parte 1)

A Leire, gracias por la fiesta.


“Monto una fiesta en mis sueños esta noche, el que se apunte que me dé un toque.”

Ya me había puesto el camisón y estaba a punto de apagar el ordenador para irme a la cama cuando reparé en el mensaje. Una fiesta en sueños, ¿eh? Bueno, por qué no, podría resultar divertido. Dejé que el PC terminara de apagarse antes de dirigirme a mi cuarto y coger el móvil que tenía bastante abandonado desde hacía horas sobre el escritorio. Tras pulsar unas pocas teclas, apareció el número que buscaba en la pantalla y deslicé mi pulgar hasta posarlo sobre el botón verde. Dudé considerablemente, tanto que mi dedo tamborileaba sobre el botón con cada duda, pero al final, tras cerrar los ojos un momento mientras llenaba mis pulmones bien de aire, lo pulsé.

Un tono…sin respuesta aún, dos tonos…venga coge, no te hagas de rogar, tres tonos…¿ya durmiendo, quizá? En una fracción de segundo, antes de que el cuarto tono sonase, el teléfono empezó a crear una corriente de aire succionadora que tenía la suficiente fuerza como para mantener mi oreja pegada al aparato. Pero pronto elevó su poder, ya no bastaba con retenerme pegada al teléfono, si no que ese aire comenzó a tirar de mi oreja, luego de mi cabeza, mi cuerpo, mis piernas…hasta que finalmente me engulló por completo.

Para cuando volví a parpadear, todo lo que estaba a mi alrededor había cambiado, ya no era mi habitación, ni cualquier otra parte de la casa, ni siquiera algún lugar en el que hubiese estado con anterioridad. Lo primero que noté fue frío bajo mis pies, los miré; seguían igual de descalzos que en casa, un mal hábito por mi parte que ahora tenía que pagar en el pasillo de piedra en el que, no sabía muy bien cómo, había aterrizado. Ante mí se levantaba una puerta enorme y majestuosa, poseía unas cinco o seis veces mi altura y en toda su madera tenía talladas pequeñas figuras que parecían estar narrando un cuento.

A ambos lados se erguían sólidas paredes de piedra iluminadas únicamente por dos antorchas encendidas que descansaban sobre ellas, sin soporte alguno. Eché un vistazo hacia atrás con la mirada para ver si el pasillo poseía alguna fuente más de luz, pero no era así, más allá del límite de luminosidad marcado por las antorchas sólo había oscuridad fría y siniestra. Pese a que pueda sonar extraño, una gran parte de mí deseaba adentrarse en ella a explorar, pero antes de que diese un paso, la enorme puerta crujió y se entreabrió, pero no lo suficiente como para que pudiese ver qué había en el interior.

La curiosidad pudo conmigo, fue algo que no pude evitar; posé las palmas justo en el centro de la puerta, preparada para tener que utilizar toda mi fuerza para poder terminar de abrirla, pero no hizo falta, en cuanto mis manos entraron en contacto con la madera la puerta comenzó a abrirse lentamente y sin mi ayuda. Seguía completamente quieta con las palmas hacia fuera cuando la puerta acabó de abrirse. Pese a ello, no se veía absolutamente nada del interior, estaba todo negro, pero no era una oscuridad como la del fondo del pasillo, hostil y desagradable, sino todo lo contrario, invitaba a cualquier curioso a invadirla. Algo rozó mi pierna derecha en ese momento, me sobresalté considerablemente pues tras el tiempo que llevaba allí plantada, no esperaba compañía alguna. Al mirar por primera vez, sólo vi una bola de pelo blanca, de tacto aparentemente suave; al pestañear y mirar fijamente, me di cuenta que esa bola poseía ojos azules, nariz, boca e incluso cola. Quise acariciarlo para comprobar si realmente el pelaje del siamés era tan suave como aparentaba, pero el gato volvió a rozarme la pierna y se adentró enseguida en aquella oscuridad tan amable. Entonces yo también me adentré, no sé si para seguirlo o porque ya tenía ganas de saber qué envolvía aquella oscuridad.

1 comentario:

maria varu dijo...

Buenas noches querida Clair, así es, de regreso nuevamente, sin que nada haya cambiado demasiado, todo permanece, a mi modo de ver igual que antes, la verdad es que los cambios profundos necesitan de tiempo y no vemos los pequeños pasos que avanzamos hasta que los miramos en la lejanía.

Me he permitido algunos cambios, pequeños detalles que surgen de repente. Me alegra que te gusten.

En cuanto a tu relato, me gusta ese tono sorpresivo, expectante sin temores, ni miedos (al menos de momento) en ese gradual cambio sí noto que has cambiado, evolucionado... es bueno ver la vida en su alternancia, porque realmente así es.

Un abrazo querida Clair y gracias por tus palabras, siempre tan suaves a la mirada y bellos mensajes para el ánimo.