“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

jueves, 7 de febrero de 2008

Recuerdos Tóxicos

Recuerdos que llevan bajo tierra semanas, meses, incluso años; recuerdos que han empezado a descomponerse y su hedor es capaz de entrar por cualquier resquicio que encuentre. El marco de la ventana, la rendija de debajo de la puerta, los agujeros de los enchufes…buscan todas las vías posibles para encontrarme y por fin lo han conseguido. Entremezclados con el aire se acercan a mí en plena noche, a mis fosas nasales, para que en cuanto me descuide los aspire a ellos también junto con el cálido aire de la madrugada.

En cuanto entran en mí mi cuerpo responde al ataque con una leve convulsión. Quiere que me despierte antes de que me hagan daño, pero no lo consigue. Parte de los recuerdos se han quedado fuera, formando grilletes alrededor de mis muñecas para que no pueda ni moverme, para que no pueda escapar. El veneno que acabo de inhalar inunda cada parte de mis pulmones y pasa a la sangre a una velocidad alarmante.

Han llegado hasta mi cabeza, se empiezan a apoderar de mis pensamientos y sensaciones hasta conseguir que un dulce sueño se torne en la peor pesadilla. Cada vez mi corazón bombea más y más deprisa mientras que mi cuerpo permite que la transpiración aumente; quiere expulsar a toda costa las toxinas.

Una última convulsión aún más enérgica que las anteriores logra despertarme, justo a tiempo para poder distinguir varias sombras saliendo a toda prisa por debajo de la puerta, otras perdiéndose por el enchufe, y unas pocas marchándose a través del resquicio del marco de la ventana. Me incorporo e intento tranquilizar mi respiración mientras siento cómo las palpitaciones van disminuyendo. Instintivamente me palpo la cara. Noto un sudor frío, que consigue que me estremezca, en la frente y gran parte del rostro, pero mis ojos y mejillas están completamente humedecidos de forma cálida, al parecer he estado llorando durante todo el forcejeo del que ahora sólo las sábanas son testigo.

Decidida a descubrir lo que ha sucedido, voy a buscar los recuerdos a cualquier descampado de mi imaginación. Allí están. La tierra está algo revuelta y fijándome más detenidamente veo a unos pequeños gusanos, los mismos que se alimentan de la degradación de mis recuerdos y los que sin querer han hecho que algunos de ellos se pudiesen escapar esta noche. Sin pensarlo dos veces, hecho más tierra encima, tapando así todos los agujeros para que sea imposible que volváis a salir. Os quedaréis ahí pudriéndoos, pudriéndote.

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