“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

jueves, 27 de marzo de 2008

Bajo un cielo estrellado

Hoy pretendía tomarme el día libre para poder comer mi tarta bien a gusto, pero luego se me ocurrió postear este texto como un pequeño regalito para vosotros. La imagen del final es de la película Ghost.


El pasillo estaba oscuro por lo que no pudo evitar alegrarse al llegar a la cocina y ver que estaba ligeramente iluminada gracias a la luz de las farolas que entraban por el cristal. Tampoco necesitaba la luz para guiarse en aquella casa en la que pasaba tantas y tantas horas; abrió la nevera para poder sacar un cartón de leche y calentar un vaso en el microondas. Al de un rato se dio cuenta que lo había dejado calentar demasiado, así que rodeó el recipiente con sus manos para que éstas se templasen mientras ella esperaba. Ojeó su alrededor de forma distraída hasta que sus ojos se toparon con la figura que estaba apoyada en la barandilla del balcón observando el cielo de aquella noche. Se acercó sigilosamente a la puerta del balcón y dio unos pequeños golpes, como quien llama a la puerta de una habitación pidiendo permiso para entrar.

-¿Se puede?
-Ey, hola, claro, pasa. Espero no haberte despertado al levantarme.
-No, es que no podía dormir.

Dejó el vaso de leche en la encimera y salió al balcón para ser gratamente recibida por la cálida brisa de verano de aquella noche. Se acercó a él despacio, a su espalda y le fue imposible evitar rodear su cuerpo con los brazos, de forma que sus mejillas quedaron perfectamente acopladas bajo los hombros de él.

-¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes. Tenía ganas de abrazarte.- cerró los ojos por unos instantes, con el único propósito de poder sentir cómo respiraba.

Una sonrisa de cariño afloró en el rostro de él y a modo de respuesta, tomó sus manos con firmeza pero con una gran suavidad para poder dedicarse a acariciarlas. Era algo que siempre le había encantado hacer porque cada vez encontraba esas delicadas manos aún más sutiles y acogedoras. Segundos después se valió de sus propias manos para separar muy despacio los brazos que le rodeaban y conseguir que la dueña de aquellas palmas se deslizase hacia delante y, tras colocarla de espaldas frente a él, la envolvió entre sus brazos con seguridad, como si estuviese decidido a no dejar ni una sola posibilidad de que ella se cayese. La besó despacio en la mejilla, luego se retiró ligeramente para poder estar más cerca de su oído, lo que le invitaba a susurrarle cuanto dijese y así ser capaz de crear entre ellos una atmósfera de más ternura aún. Sin apenas soltarla, señaló hacia arriba:

-¿Mira, ves cuántas estrellas hay hoy en el cielo? Se dice que hay noches en las que la Luna desaparece del cielo para ir en busca de su amado Sol y que, mientras, las estrellas se ocupan de cuidarnos hasta que su pequeña amiga plateada regrese.
-¿Esa historia la inventaste tú?
-Son historias antiguas, algunas de cuando nació la Tierra.
-¿Y te sabes más? Me gustaría mucho poder escucharlas.
-Me sé varias más, pero creo que es mejor que cuando regrese, le pidas a la Luna que nos las cuente, ella las narra mucho mejor que yo.

Ambos se quedaron observando el cielo durante unos instantes y después ella giró suavemente sobre sí misma intentando seguir envuelta en él, pero pudiendo así verle la cara directamente. Desde que había aparecido en el balcón se notaba que estaba realmente alegre y eso era algo que no había pasado desapercibido para él.

-¿A qué se debe que estés tan sonriente hoy?- preguntó él con un tono divertido y amable.
-Será que consigues que sea feliz.- había una gran sonrisa llena de amor sobre sus labios al soltar esas palabras que, junto con lo que había dicho, consiguieron que él se sintiese aún más querido en aquel momento.

La estrechó todavía más entre sus brazos, vio que ella le miraba con esos ojos brillantes llenos de pureza e inocencia que parecía que a cada segundo se iluminaban un poco más, como si fuese su forma de decirle que le quería. Bajó sus labios hasta poder rozar los de ella, ni siquiera lo pensó, no tuvo que hacerlo, sólo quería dejarse llevar por todas aquellas sensaciones y sentimientos que surgían cada vez que estaban juntos. Y allí se quedaron, mientras todo el mundo dormía, bajo un marco de luces celestes, arropados por ese delicado manto de sentimientos que tanto les gustaba tejer.

1 comentario:

maria varu dijo...

Querida Clair, un instante tan simple y tan lleno de vida.
Si nos diéramos cuenta y valoráramos más el sentido de esos pequeños instantes, no sólo en sus inicios sino a lo largo de nuestro sentir en el tiempo, creo que nuestros días serían mucho más felices.

Bonito tu relato.
Un brazo querida Clair.

María