“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

viernes, 9 de noviembre de 2007

Llamas de recuerdos

Empezaba a caer la tarde y la luz del sol daba a los antiguos vagones de tren un brillo dorado. Hacía mucho que estaban allí aparcados sobre vías por las que en su día habían pasado trenes que se dirigían a la gran ciudad transportando importantes mercancías. Ahora sólo servían como cobijo de algún vagabundo o escondite de parejas jóvenes que buscaban apartarse de la multitud por unas horas.

Aquella tarde tuvieron una visita inesperada aquellos vagones casi oxidados. Una muchacha paseaba sin ningún rumbo exacto siguiendo la línea que las vías dibujaban en el suelo con pasos tímidos y lentos haciendo crujir bajo su calzado la poca hierba que crecía en esa zona. No hacía caso de nada de lo que tenía a su alrededor sólo caminaba, unos tramos intentando mantener el equilibrio sobre el camino de hierro y otros andando a un lado de éste. Tras un rato se detuvo frente a un vagón de mercancías que estaba abierto y apoyando un pie en las ruedas consiguió empujar su cuerpo hacia el interior. Allí se sentó durante un buen rato sin hacer otra cosa que mirar cómo el sol bañaba todo el paisaje con sus rayos.

Tardó un tiempo en salir de su ensimismamiento y finalmente se fijó en una carpeta que llevaba consigo. La miraba con aire dudoso, no estaba segura de si se atrevería a abrirla y repasar una vez más todo lo que había en su interior. Aún teniendo tantas y tantas inseguridades decidió volver a echar un vistazo. Allí encontró antiguas fotos en las que había quedado atrapada la esencia del momento en el que se hicieron, también había cartas escritas a mano con letra cuidada y perfectamente legible. Un par de lágrimas comenzaron a asomar por sus ojos y por mucho que trató de contenerlas, acabaron rodando por sus mejillas hasta caer en una de las fotos que estaba mirando. Pasó el pulgar por encima para quitar la gota, pero su dedo se paseó por el rostro que había en aquella fotografía incluso después de haberla secado. Había pasado varios meses de su vida acariciando esa piel tan suave que ahora sólo podía recordar a través de imágenes. Sé fijo en los ojos tan intensos y expresivos incluso en esos labios sonrientes que tantas veces la habían besado; un torbellino de recuerdos le bloquearon a garganta e hicieron que su labio inferior comenzase a temblar, siendo éste uno de los primeros indicios de que sus sentimiento de tristeza no tardarían en adueñarse de ella.

Había demasiados recuerdos en aquella carpeta y no quería que gobernasen sobre ella. Sacó un mechero del bolsillo del pantalón y prendió una llama, acercándola a esa foto que tantos recuerdos felices guardaba, pero que al mismo tiempo traía sentimientos muy melancólicos y grises. Pronto comenzó a arder desde la esquina propagándose por toda el área. Dejó aquella imagen en el suelo para que terminase de arder y fue añadiendo más fotografías que sacaba de su carpeta. Antes de arrojarlas al fuego se detenía frente a ellas, recordando esos momentos, haciendo un esfuerzo por no estallar en lágrimas. Veía como las llamas iban consumiendo un sentimiento de felicidad que hacía mucho que se había esfumado. Llegó la hora de las cartas. Las releía antes de deshacerse de ellas, algunas frases incluso varias veces. Todas acababan con las mismas dos palabras que tan hermosas habían sido en una época, pero que en aquel momento sólo abrían más heridas de dolor y tristeza. Las echó todas sobre el fuego haciendo que el humo esparciese cada uno de esos “te quiero” por el aire y la abrazasen una última vez antes de desaparecer por completo. Varios minutos más tarde sólo quedaba un montón de cenizas a su lado y ella contemplaba como moría el sol a manos del horizonte, pensando que de igual modo murió tanto amor, sólo que éste último no renacería a la mañana siguiente.

1 comentario:

yo Robot dijo...

El amor caído,
no renacería
en la mañana,
en cambio
la mañana,
no sería distinta
de la de ayer.

El recuerdo,
no fue consumido por las llamas
sólo se mostró...
perturbado,
por el paso del tiempo,
un tiempo que se empeñaba
en cambiarlo,
en hacer de él
algo que nunca fue
empequeñeciendolo
o agrandándolo tal vez
según una nueva voluntad
que se esforzaba en vivir.

Un nuevo sol
un nuevo día
una nueva luz

Acaso...
¿un nuevo deseo?