“Sentimientos, sensaciones, instantes…eso es el Claro de Luna, un lugar en el que todo, absolutamente todo, es posible.”

domingo, 7 de octubre de 2007

Arden los molinos de la locura

En principio este título iba a dar lugar a un poema, pero me acordé que escribir poesía no es lo mío y que se me da mejor la prosa. Puede que en varias ocasiones parezca un texto demasiado lento y descriptivo, estoy de acuerdo, pero todo tiene su porqué. Así pues, aquí está el relato que nació con la idea de ser un poema, pero que al final no lo fue.


Una noche helada y oscura, el cielo amenazaba con verter toda el agua de los océanos sobre la tierra, una figura se acercaba desde la lejanía. Nuestro viajero llevaba recorrido un largo camino, paso tras paso, sin un solo descanso y tampoco se iba a detener ahora que había entrado por fin en La Mancha. Encorvado y con una tela que cubría todo su rostro y gran parte de su cuerpo, llevaba en una mano lo que al parecer era una antorcha improvisada. Era la única fuente de calor que había en varios kilómetros. En la otra, aferraba con todas sus fuerzas un viejo libro de hojas amarillentas y cuya cubierta se desmenuzaba fácilmente. Al cabo de unos instantes aparecieron a su lado otras cuatro figuras de idénticas características, portando también una llama sobre sus antorchas. Siguieron caminando sin hablar una sola palabra entre ellos. Todos tenían el mismo propósito, un mismo destino que conseguirían al fin llevar a cabo aquella noche. Llegaron a un pequeño pueblo en el que incluso las piedras dormían. Los cinco encapuchados atravesaron el pueblo en sumo silencio, andando tan sigilosamente que cualquier persona que hubiese estado despierta a aquellas horas de la madrugada hubiese jurado ver a cinco figuras flotando por las calles. El lugar al que iban quedaba algo más lejos de aquella pequeña aldea, por eso continuaron caminando hasta dejarla atrás. Por fin divisaron su objetivo. Allá a lo lejos podían ver los inmensos molinos de piedra que habían venido a buscar. Hacía ya muchos años que nadie entraba en ellos, cuando los dejaron abandonados solían entrar chavales a jugar, pero algunos mayores del pueblo lo consideraban demasiado peligroso dado el estado de los molinos y por eso decidieron tapiar la puerta. Pero a la llegada de nuestros viajeros, aquellas maderas que impedían el paso al interior se encontraban en el suelo. Pronto se dieron cuenta de que no estaban solos en aquel lugar. Sin previo aviso comenzaron a aparecer miles de sombras que se acercaban a las cinco figuras. Cada una de ellas bailaba una danza lenta a causa de las antorchas que llevaban en la mano. Fueron acercándose más y más hasta que las sombras dieron paso a figuras, éstas también encapuchadas. Parecía una reunión de antiguos compañeros, sólo que nadie allí se conocían, eran todos como hermanos a los que había que tratar con respeto, pero nadie mandaba sobre los demás. Flotando suavemente sobre la hierba rodearon los tres molinos de piedra. Visto desde el cielo se podría apreciar un círculo de fuego enorme con tres torreones en su interior. De ese mismo cielo comenzaron a caer algunas gotas de lluvia y a sonar en la lejanía algunos truenos débiles que poco a poco se iban acercando. El sonido de las gotas se asemejaba al de miles y miles de agujas golpeándose una contra la otra que intentaban por todos los medios posibles apagar las llamas de las antorchas. Pero no lo conseguían. Cada vez que una pequeña gota de agua golpeaba el fuego, éste se tornaba azul por unos instantes. Los numerosos componentes del círculo ni se inmutaron ante semejante fenómeno, siguieron en pie, expectantes, sin importarles el tiempo que llevaban allí, ni la lluvia que cada vez era más copiosa. De repente una de las figuras abrió el libro que llevaba en la mano y, como si les hubiesen dado una señal, comenzaron todos a entonar unos fragmentos de aquel antiguo libro. Sus voces fueron incrementando en volumen, tanto que llegaron a oírse en el pueblo que habían dejado atrás, tanto que quebró el sueño de muchos de los vecinos y empezaron a verse varias luces prendidas en sus casas. Pero para cuando los vecinos se percataron de lo que pasaba en los molinos ya era demasiado tarde, no llegarían a tiempo de impedirlo. La lluvia llegó a ser tan abundante que el círculo de fuego no recuperó su color rojizo y cuando la última de las llamas se tornó azul, surcó el cielo una luz cegadora seguida por un estruendo que acalló las voces de las figuras. Había llegado el momento. Alzaron sus antorchas y las lanzaron por las ventanas y las puertas al interior de los molinos. Sorprendentemente, los tres molinos comenzaron a arder muy rápido desde dentro. Ya no había vuelta atrás. Pese a que muchos de los vecinos habían salido de sus casas y se habían acercado hasta la procedencia de aquel misterioso canto, no podrían detener lo que ya había comenzado. La mayoría eran ancianos que llevaban viviendo allí desde mucho antes de que se cerraras aquellos torreones, por eso ellos eran los que reflejaban pánico en sus caras, profundo terror a lo que vendría después de este inesperado acontecimiento. Eran los mismos ancianos que habían dado orden de sellar los tres antiguos molinos, los únicos que sabían sus secretos. Pero ya era hora de liberarlos y que el mundo los absorbiese. Los molinos seguían ardiendo y ni la torrencial lluvia era capaz de apagarlos. Una columna de humo negro se aproximaba cada vez más al cielo, hasta que cambió bruscamente de dirección. Comenzó a expandirse hacia el pueblo. Entraba por todas las puertas, ventanas y resquicios que hubiese, sin ser siquiera invitado. Cada uno de lo habitantes inhaló parte de aquel humo sin darse cuenta, tanto niños como ancianos, no podría librarse nadie. La nube de humo siguió su camino y pronto llegó a todos los rincones del planeta. El mundo ya estaba infectado. Poco a poco el círculo y sus componentes se fueron desvaneciendo, ya había cumplido su cometido, nada les retenía allí. Habían sido lo guardianes de la caja de Pandora durante mucho tiempo, demasiado quizá y ahora, al igual que su primera guardiana, habían decidido abrirla al mundo y expandir todo su mal, toda su locura.

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